José Sánchez Rojas Nuevo Mundo Libros |
El periodista y escritor salmantino José Sánchez Rojas publicó, el día 19 de septiembre del año 1930, un magnífico artículo sobre los libros en la "Revista Nuevo Mundo". Si se hubiera publicado hoy tendría idéntica vigencia.
Os lo transcribo completo conservando su ortografía:
Deseo que hayáis disfrutado tanto como yo.
Os lo transcribo completo conservando su ortografía:
"ELOGIO DEL LIBRO"
“El libro es siempre nuestro mejor amigo. El más discreto. El más donañoso. Y el más recatado también. Le tomamos y le dejamos á placer. Si nos cansa, si nos fatiga, somos muy dueños de abandonarle. Si nos deleita, tiene la generosidad de ponerse á nuestro alcance en todo momento. Y sabe repetirnos sus confidencias y sus secretos tantas veces como queramos.
Hay libros que tienen la generosidad de espíritu de la mujer amada y de nuestro camarada más leal. Acuden á nuestra vera en el momento en que los necesitamos. Parecen hechos precisamente para procurarnos el deleite oportunísimo é Inefable. Así La imitación de Cristo. Así La Ilíada. Así el Quijote. Así la Divina Comedia. Es más: les abrimos, abriéndolos al descuido, por aquella página, por aquel capítulo, por aquella estrofa, por aquel consejo que anhelamos oír entontes.
Aquellas páginas, antes de ser escritas, fueron dichas, en voz baja, de corazón á corazón. De sentido permanente y eterno, caen, como lluvia menuda y fresca, en los campos resecos de nuestra sensibilidad, creándola y haciéndola apta para toda suerte de sensaciones y sugestiones.
Al contacto de estas páginas sentimos el remozo de nuestra inteligencia. Oteamos paisajes espirituales vírgenes y nuestros ojos se pierden oteando lejanías y perspectivas infinitas.
Otros libros nos distraen de nuestro dolor, fundiéndolo hábilmente en el dolor ajeno. Se apoderan de nosotros y nos prestan energías insospechadas. ¡Qué hondos é inefables consuelos debo á este Marco Aurelio que tengo siempre al alcance de la mano, sobre la mesa! ¡Qué alegrías apretadas é intimas que no puedo compartir con nadie me ha regalado este primoroso mie prigioni, del buen Silvio Pellico, que nos reveló para siempre que el manantial de toda alegría es la paz del corazón! iCómo nos aniña y nos toma á los dorados días de la infancia este pobrecito de Asís que amansa los leones, entiende el lenguaje de los pajarillos y lleva toda la vida del Universo dentro de sus entrañas! Hasta cosas inmateriales de aires, colores, aromas y perfumes nos traen otros libros ¿No es toda la poesía de Garcilaso un hermoso campo de Abril? ¿No tiene color y música la prosa de D'Annunzio? ¿No son una visión de amapolas, y de cláveles, y de gamarzas las trovas del viejo Berceo ó las serranillas, ungidas con flor de romero, del viejo marqués de Santillana?
Estos mismos libros de hoy, con ser menos pulidos y trabajados que los de antaño, sirven de reposo á nuestro trajín constante y son el mejor espejo de las horas de angustia y desorientación que vivimos todos.
Los tenemos para todos los gustos y para todos los instantes. Les buscamos ansiosamente para no estar un momento solos con nosotros mismos. Cucharones, no hay repliegue del mundo espiritual que no se atrevan á descubrimos. Contradictorios, son como la época que les ha parido. Bellos ó feos, cándidos ó cínicos, oportunos ó impertinentes, les tendemos siempre la mano para formular, en su presencia, las interrogaciones á las que no queremos responder. El libro ha desertado hoy del silencio do los estudios y bibliotecas para invadir todos los parajes. Tenemos necesidad de él en la calle, en el bolsillo, en la alcoba, en el salón, en el ferrocarril y en el avión. Nos persigue, nos busca y nos alcanza. Nos sirve para formularnos á diario cuestiones nuevas, que, en realidad, no nos importa resolver. Sabemos de sobra que la verdad no es jamás un botín, sino un anhelo. Y el que sabe más hoy es el que tiene noción de todo lo que ignora, y el que más ama en los tiempos que corren es el que sabe atesorar más inquietudes dentro de su propio corazón doliente."
Hay libros que tienen la generosidad de espíritu de la mujer amada y de nuestro camarada más leal. Acuden á nuestra vera en el momento en que los necesitamos. Parecen hechos precisamente para procurarnos el deleite oportunísimo é Inefable. Así La imitación de Cristo. Así La Ilíada. Así el Quijote. Así la Divina Comedia. Es más: les abrimos, abriéndolos al descuido, por aquella página, por aquel capítulo, por aquella estrofa, por aquel consejo que anhelamos oír entontes.
Aquellas páginas, antes de ser escritas, fueron dichas, en voz baja, de corazón á corazón. De sentido permanente y eterno, caen, como lluvia menuda y fresca, en los campos resecos de nuestra sensibilidad, creándola y haciéndola apta para toda suerte de sensaciones y sugestiones.
Al contacto de estas páginas sentimos el remozo de nuestra inteligencia. Oteamos paisajes espirituales vírgenes y nuestros ojos se pierden oteando lejanías y perspectivas infinitas.
Otros libros nos distraen de nuestro dolor, fundiéndolo hábilmente en el dolor ajeno. Se apoderan de nosotros y nos prestan energías insospechadas. ¡Qué hondos é inefables consuelos debo á este Marco Aurelio que tengo siempre al alcance de la mano, sobre la mesa! ¡Qué alegrías apretadas é intimas que no puedo compartir con nadie me ha regalado este primoroso mie prigioni, del buen Silvio Pellico, que nos reveló para siempre que el manantial de toda alegría es la paz del corazón! iCómo nos aniña y nos toma á los dorados días de la infancia este pobrecito de Asís que amansa los leones, entiende el lenguaje de los pajarillos y lleva toda la vida del Universo dentro de sus entrañas! Hasta cosas inmateriales de aires, colores, aromas y perfumes nos traen otros libros ¿No es toda la poesía de Garcilaso un hermoso campo de Abril? ¿No tiene color y música la prosa de D'Annunzio? ¿No son una visión de amapolas, y de cláveles, y de gamarzas las trovas del viejo Berceo ó las serranillas, ungidas con flor de romero, del viejo marqués de Santillana?
Estos mismos libros de hoy, con ser menos pulidos y trabajados que los de antaño, sirven de reposo á nuestro trajín constante y son el mejor espejo de las horas de angustia y desorientación que vivimos todos.
Los tenemos para todos los gustos y para todos los instantes. Les buscamos ansiosamente para no estar un momento solos con nosotros mismos. Cucharones, no hay repliegue del mundo espiritual que no se atrevan á descubrimos. Contradictorios, son como la época que les ha parido. Bellos ó feos, cándidos ó cínicos, oportunos ó impertinentes, les tendemos siempre la mano para formular, en su presencia, las interrogaciones á las que no queremos responder. El libro ha desertado hoy del silencio do los estudios y bibliotecas para invadir todos los parajes. Tenemos necesidad de él en la calle, en el bolsillo, en la alcoba, en el salón, en el ferrocarril y en el avión. Nos persigue, nos busca y nos alcanza. Nos sirve para formularnos á diario cuestiones nuevas, que, en realidad, no nos importa resolver. Sabemos de sobra que la verdad no es jamás un botín, sino un anhelo. Y el que sabe más hoy es el que tiene noción de todo lo que ignora, y el que más ama en los tiempos que corren es el que sabe atesorar más inquietudes dentro de su propio corazón doliente."
Deseo que hayáis disfrutado tanto como yo.
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