Anna Hyatt Juana de Arco Anna Hyatt Huntington Diana cazadora |
Como todos sabemos la Exposición «Visiones del mundo hispánico. Tesoros de la Hispanic Society of America» creada en 1904 por el filántropo e hispanista Archer Milton Huntington (1870-1955) para la divulgación y el estudio de la cultura española en Estados Unidos, podemos visitarla en el Museo del Prado, desde el 4 de abril hasta el 10 de septiembre.
No voy a dar detalles de esta exposición ni de su fundador, esta entrada la dedico a Anna Hyatt Huntington que es un ejemplo del antiguo dicho: «Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer».
Nació en Cambridge, (Massachusetts), el 10 de marzo de 1876 y continuó trabajando hasta finales de los años sesenta, dejando la escultura y descansando en su hogar de Redding hasta su fallecimiento el 4 de octubre de 1973 con 97 años.
Anna era la pequeña de los tres hijos de Alpheus Hyatt, un profesor de paleontología y zoología de la Universidad de Harvard, y Aduella Beebe Hyatt, una pintora de paisajes.
Desde muy niña, Anna, siguiendo el ejemplo de sus padres, adquirió un amplio conocimiento de la anatomía y comportamiento de los animales y un entusiasmo por el dibujo. En la casa de verano de su familia, situada en Cape Cod, desarrolló un afecto especial por los caballos. Charlotte Streifer Rubinstein relató en su libro American Women Artists cómo una vez desapareció a la hora de la cena y su familia la encontró tendida en el campo delante de un caballo, mientras observaba el movimiento de los músculos de su mandíbula cuando comía hierba.
Aunque Anna estaba fascinada por el mundo animal, ingresó en una escuela privada en Cambridge para estudiar violín y pasó varios años entrenando para convertirse en una violinista profesional.
Cuando tenía 19 años, Anna ayudó a su hermana, Harriet Hyatt, en un grupo escultórico que incluía al perro de la familia. La escultura fue aceptada para ser exhibida por una de las sociedades nacionales de arte y vendida. Fue en ese momento cuando Anna sustituyó sus cursos de violín por los estudios con el escultor Henry Hudson Kitson. Expuso por primera vez en el Boston Arts Club con cuarenta esculturas de animales. Su proyecto era abrir una escuela de arte; sin embargo, la muerte de su padre y el matrimonio de su hermana con Alfred Mayor cambiaron estos primeros planes. Anna dejó Massachusetts para trasladarse a Nueva York en 1902.
Entre 1903 y 1936 siguió esculpiendo y sus estatuillas le permitieron ganarse la vida sin verse obligada a enfrentarse a las barreras de su género. Esos logros dejaron su huella en Nueva York. Los precios de venta de sus esculturas oscilaban entre 25 y 335 dólares, algunas de sus pequeñas esculturas de animales como «Tiger Yawning» vendieron cientos de copias, otras se adaptaron a objetos funcionales como marca-páginas y abrecartas. En 1912, según un informe, Anna ganaba más de 50.000 dólares al año, colocándola entre las mujeres profesionales mejor pagadas en los Estados Unidos, ella comentó que la cantidad había sido exagerada.
Anna introdujo sus esculturas en instituciones públicas como museos, comités de monumentos, academias, sociedades, cintas, medallas, premios, comisiones, galas y desfiles, organizados por ciudadanos con aspiraciones cívicas similares a las suyas.
Anna Hyatt sabía que para atraer toda la atención de Nueva York necesitaba ser reconocida por el Salón de París. Entre 1906 y 1910 pasó largas estancias en Francia trabajando en más temas de animales; sin embargo, su meta era esculpir el caballo perfecto en grandes proporciones y lo consiguió exhibiendo un monumental caballo en el Salón de París de 1910. Este caballo demostró ser sólo un accesorio para su jinete, Juana de Arco. Vestida con armadura y alzando la espada hacia el cielo, Anna Hyatt desafió a la sociedad artística parisina con su versión de la sagrada figura que, obedeciendo las voces religiosas para salvar a su nación, murió como mártir en la hoguera. A pesar de las dudas del jurado del salón sobre si ella había podido realizar la escultura de tamaño natural, le concedieron una mención honorable.
Cuando regresó a Nueva York, en 1915, se expuso la escultura de Juana de Arco en público convirtiéndose en el primer monumento de la ciudad para honrar a una mujer.
En 1923, Anna Hyatt conoció al que se convertiría en su marido. Fue en la Sociedad Hispánica de Nueva York donde se estaba organizando una exposición de esculturas. Archer Milton Huntington era un rico heredero del ferrocarril que dedicaba parte de su tiempo a obras filantrópicas relacionadas con la cultura hispánica por la que sentía un gran interés. El 10 de marzo de aquel mismo año, el día que ambos celebraban su cumpleaños, se casaron en una bonita ceremonia en el estudio de Archer. El matrimonio también tuvo un profundo impacto en la profesión de Anna.
Su marido le contagió su pasión por la cultura hispana que se tradujo en obras como una escultura de «El Quijote» y otra de «El Cid Campeador» que fue donada a Sevilla. Ambos fueron nombrados hijos adoptivos de la ciudad andaluza.
Durante su carrera experimentó con nuevos materiales más ligeros como el aluminio y una mezcla de látex y cerámica.
Su obra cuenta con numerosos premios y distinciones como la Saltus Gold Medal de la National Academy of Design (1915), la Gran Cruz de la Orden de Alfonso XII (1929), la Medalla de Oro de la Academy of Arts and Letters (1930), la Legión de Honor del gobierno francés (1933), la Widener Gold Medal de la Fine Arts Academy de Pensilvania (1937) y la Medalla de Honor de la National Sculpture Society (1940).
Anna Hyatt Huntington, una gran mujer con una asombrosa personalidad que logró cumplir sus sueños.
No voy a dar detalles de esta exposición ni de su fundador, esta entrada la dedico a Anna Hyatt Huntington que es un ejemplo del antiguo dicho: «Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer».
Nació en Cambridge, (Massachusetts), el 10 de marzo de 1876 y continuó trabajando hasta finales de los años sesenta, dejando la escultura y descansando en su hogar de Redding hasta su fallecimiento el 4 de octubre de 1973 con 97 años.
Anna era la pequeña de los tres hijos de Alpheus Hyatt, un profesor de paleontología y zoología de la Universidad de Harvard, y Aduella Beebe Hyatt, una pintora de paisajes.
Desde muy niña, Anna, siguiendo el ejemplo de sus padres, adquirió un amplio conocimiento de la anatomía y comportamiento de los animales y un entusiasmo por el dibujo. En la casa de verano de su familia, situada en Cape Cod, desarrolló un afecto especial por los caballos. Charlotte Streifer Rubinstein relató en su libro American Women Artists cómo una vez desapareció a la hora de la cena y su familia la encontró tendida en el campo delante de un caballo, mientras observaba el movimiento de los músculos de su mandíbula cuando comía hierba.
Aunque Anna estaba fascinada por el mundo animal, ingresó en una escuela privada en Cambridge para estudiar violín y pasó varios años entrenando para convertirse en una violinista profesional.
Cuando tenía 19 años, Anna ayudó a su hermana, Harriet Hyatt, en un grupo escultórico que incluía al perro de la familia. La escultura fue aceptada para ser exhibida por una de las sociedades nacionales de arte y vendida. Fue en ese momento cuando Anna sustituyó sus cursos de violín por los estudios con el escultor Henry Hudson Kitson. Expuso por primera vez en el Boston Arts Club con cuarenta esculturas de animales. Su proyecto era abrir una escuela de arte; sin embargo, la muerte de su padre y el matrimonio de su hermana con Alfred Mayor cambiaron estos primeros planes. Anna dejó Massachusetts para trasladarse a Nueva York en 1902.
Entre 1903 y 1936 siguió esculpiendo y sus estatuillas le permitieron ganarse la vida sin verse obligada a enfrentarse a las barreras de su género. Esos logros dejaron su huella en Nueva York. Los precios de venta de sus esculturas oscilaban entre 25 y 335 dólares, algunas de sus pequeñas esculturas de animales como «Tiger Yawning» vendieron cientos de copias, otras se adaptaron a objetos funcionales como marca-páginas y abrecartas. En 1912, según un informe, Anna ganaba más de 50.000 dólares al año, colocándola entre las mujeres profesionales mejor pagadas en los Estados Unidos, ella comentó que la cantidad había sido exagerada.
Anna introdujo sus esculturas en instituciones públicas como museos, comités de monumentos, academias, sociedades, cintas, medallas, premios, comisiones, galas y desfiles, organizados por ciudadanos con aspiraciones cívicas similares a las suyas.
Anna Hyatt sabía que para atraer toda la atención de Nueva York necesitaba ser reconocida por el Salón de París. Entre 1906 y 1910 pasó largas estancias en Francia trabajando en más temas de animales; sin embargo, su meta era esculpir el caballo perfecto en grandes proporciones y lo consiguió exhibiendo un monumental caballo en el Salón de París de 1910. Este caballo demostró ser sólo un accesorio para su jinete, Juana de Arco. Vestida con armadura y alzando la espada hacia el cielo, Anna Hyatt desafió a la sociedad artística parisina con su versión de la sagrada figura que, obedeciendo las voces religiosas para salvar a su nación, murió como mártir en la hoguera. A pesar de las dudas del jurado del salón sobre si ella había podido realizar la escultura de tamaño natural, le concedieron una mención honorable.
Cuando regresó a Nueva York, en 1915, se expuso la escultura de Juana de Arco en público convirtiéndose en el primer monumento de la ciudad para honrar a una mujer.
En 1923, Anna Hyatt conoció al que se convertiría en su marido. Fue en la Sociedad Hispánica de Nueva York donde se estaba organizando una exposición de esculturas. Archer Milton Huntington era un rico heredero del ferrocarril que dedicaba parte de su tiempo a obras filantrópicas relacionadas con la cultura hispánica por la que sentía un gran interés. El 10 de marzo de aquel mismo año, el día que ambos celebraban su cumpleaños, se casaron en una bonita ceremonia en el estudio de Archer. El matrimonio también tuvo un profundo impacto en la profesión de Anna.
Su marido le contagió su pasión por la cultura hispana que se tradujo en obras como una escultura de «El Quijote» y otra de «El Cid Campeador» que fue donada a Sevilla. Ambos fueron nombrados hijos adoptivos de la ciudad andaluza.
Durante su carrera experimentó con nuevos materiales más ligeros como el aluminio y una mezcla de látex y cerámica.
Su obra cuenta con numerosos premios y distinciones como la Saltus Gold Medal de la National Academy of Design (1915), la Gran Cruz de la Orden de Alfonso XII (1929), la Medalla de Oro de la Academy of Arts and Letters (1930), la Legión de Honor del gobierno francés (1933), la Widener Gold Medal de la Fine Arts Academy de Pensilvania (1937) y la Medalla de Honor de la National Sculpture Society (1940).
Anna Hyatt Huntington, una gran mujer con una asombrosa personalidad que logró cumplir sus sueños.
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