29/11/11

Llamador de Ángeles: una joya celestial

Llamador de Ángeles
Llamador de Ángeles
Ángel
Ángel
Tengo una joya que me regaló alguien muy especial y que nunca olvido de ponérmela. Es un llamador de Ángeles.

Hay dos leyendas preciosas sobre ellos:

La primera cuenta que unos duendecillos buenos tuvieron que huir de un bosque donde les acechaban peligros. Estos duendes tenían entre sus amigos a unos ángeles que les regalaron un colgante con una bola que contenía unas pequeñas campanillas que le hacían sonar.
Los ángeles les dijeron que cuando se sintieran en peligro o desprotegidos, agitaran la bola y al oír las campanillas ellos acudirían en su ayuda.
Eso sí, les advirtieron que el llamador de ángeles era de uso propio y personal y nunca se debía prestar porque entonces la magia desaparecería. Los duendecillos llamaron a esta bola “Llamadores de Ángeles”.

La segunda es muy parecida: hace miles de años, los humanos vivían en contacto directo con sus Ángeles de la Guarda, y, por alguna razón relacionada con el Pecado Original, tuvieron que dejar de vivir junto ellos. Éstos, apenados por la pérdida de los humanos, les regalaron unos colgantes esféricos de plata pura que, al agitarlos, sonaban como campanillas y que servían para avisarles cuando estuvieran en peligro o desearan hacer algo con toda su fe. También les pusieron una condición, y es que el Llamador de Ángeles es personal e intransferible.

Como veis coinciden en todo, sean duendecillos o humanos. Es una joya protectora que, al agitarla, emite un delicado sonido que avisa a los Ángeles o a tu Ángel de la Guarda si lo necesitas.

He encontrado este precioso poema de Agualuna:

Entre nidos de ángeles y hierbas sueltas despierto aún extenuada en mi sopor convertida en uno de ellos; bellos, delicados, puros.
 

Veo en la distancia tu rostro centellante, sacudiendo y desplegando tus alas como el algodón hacia el universo.
 

Y me pregunto: ¿en dónde estoy?, ¿qué encantamiento me hizo convertir en lo que soy ahora?
 

¿Acaso cegada por mi alocada conciencia, no pude percibir que fuiste mi salvador en mi caída, en mi momento de necesidad?
 

Siento los susurros del viento que conduce el lenguaje de estos seres benditos a mis oídos como súplicas a que no me vaya.
 

Advierten con sus movimientos, el inicio del exilio a tierras lejanas para sembrar en su misión, el amor que emana de sus alientos.
 

Los guiaré hacia el pórtico en señal de mi complacencia al dejarme disfrutar de su paraíso, al dejarme deleitar con tu levedad.

No quiero irme ahora, ni escapar de entre tus alas, no quiero misericordia ante mis pecados, tatuados los dejaré para que se evaporen con los tiempos, porque no tengo remordimientos mi ángel, no, mi sonrisa no quiere abandonarte.
 

Tomaste mi corazón y lo moldeaste al tuyo, tomaste mi mente y la desinfectaste de mis pensamientos de barro, consumiendo en tu fuego eterno los desperdicios de mi interior.
 

Me mostraste los sueños de la realidad y rompiste con la fuerza de tus convicciones, las cadenas que me sujetaban al pasado, a ese pasado que corrompía las ambiciones de volar junto a ti.
 

Blanco como la nieve de mi cordillera brilla tu cuerpo, nicho de tantos sudores trasnochados entre tu piel y la mía, de la que quiero beberme todo el manantial de tu corazón puro y bondadoso.
 

Y mis alas convergen con las tuyas anidando entre ellas todo lo que anhelamos lograr, rogándole al Cielo, nos de su bendición.
 

No quiero mentiras de santo, ni palabras que oculten su sonido para no comprometer tus razones con el tiempo y así dejar sin oficio, las propuestas bañadas de plata de aquel día.
 

Aquí me quedo y edifico mi nido como un monumento a la esperanza, porque he decidido existir en este mundo de colores celestiales, y embriagarme con el zumo que vierten las estrellas fugaces en sus largas travesías por galaxias de agua cósmica y así nutrirme con la esencia de esta bóveda perenne y si los guardianes me abren las puertas de su reino, visitar a Dios.
 

Abrázame fuerte ángel mío, acaríciame con tu mansedumbre y no me dejes escapar otra vez al vacío, ya que el viaje sería sin retorno y expiraría en el mar de la locura.
 

Eres mi mensajero y la savia de la paciencia; eres mi guía y el centinela de mis turbulencias.
 

Enciérrame en tu regazo, dame la dulzura de tu boca y la experiencia de tus manos; volemos en libertad por este nuevo mundo de luces, de bendiciones, de renacimientos y de ángeles.
 

Abro mis ojos al escuchar magníficos cantos, te miro y observo como las nubes rodean nuestros cuerpos de etéreos contornos...

Me encanta llevarlo y escuchar su grato sonido cada vez que me muevo sin darme cuenta o cogiéndolo para llamarlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Arriba