Ramón Elucidario de Madrid Nostalgias de Madrid Automoribundia |
Ramón Gómez de la Serna es el que mejor se identifica con el sabio proverbio «Nadie es profeta es su tierra». Su ingente obra es desconocida para muchas personas exceptuando sus greguerías por las que es conocido y que le permitieron subsistir al final de su vida en Buenos Aires alejado de su querido Madrid.
Creó su propio estilo sin pertenecer a ninguna generación porque su independencia en cualquier ámbito era lo más importante y sólo en su tertulia de Pombo, rodeado de sus amigos y de quienes quisieran participar sin ofender a nadie o provocar conflictos, encontró su refugio:
Ramón amaba Madrid y lo conocía como muy pocos. Le encantaba recorrer las plazas, las calles y callejuelas, no solo para deleitarse con el paseo, sino para observar todo cuanto se iba encontrando y después escribir lo que sentía sin preocuparse por las opiniones de nadie. Reprobaba los abusos, desaires y falta de educación de personajes o tipos sin importarle su estatus y defendía y justificaba a las personas desvalidas que eran ignoradas por la mayoría. Os transcribo algunas de sus reflexiones publicadas en prensa:
Defraudado por las tramas políticas que habían causado la lenta agonía de su padre D. Javier Gómez de la Serna, se exilió a Buenos Aires en 1936 porque no podía soportar la idea del enfrentamiento entre españoles. Su individualismo y apoliticismo le supuso la ingratitud de sus contactos editoriales y periodísticos en España y en Buenos Aires.
Tras su fallecimiento, el 12 de enero en Buenos Aires, fue trasladado a Madrid como él deseaba y enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de la Fundación Sacramental de San Justo. Gerardo Diego publicó en Arriba el martes 15 de enero de 1963:
Cuando el féretro de Ramón llegó a Madrid, Edgar Neville escribió en ABC el 24 de enero de 1963:
Coincido con Ramón: «¡Lo necesitada que está la vida de nuevas experiencias e intentos, de tocar nuevos cielos, de abrir nuevas cajas de sorpresas!»
Creó su propio estilo sin pertenecer a ninguna generación porque su independencia en cualquier ámbito era lo más importante y sólo en su tertulia de Pombo, rodeado de sus amigos y de quienes quisieran participar sin ofender a nadie o provocar conflictos, encontró su refugio:
Ramón amaba Madrid y lo conocía como muy pocos. Le encantaba recorrer las plazas, las calles y callejuelas, no solo para deleitarse con el paseo, sino para observar todo cuanto se iba encontrando y después escribir lo que sentía sin preocuparse por las opiniones de nadie. Reprobaba los abusos, desaires y falta de educación de personajes o tipos sin importarle su estatus y defendía y justificaba a las personas desvalidas que eran ignoradas por la mayoría. Os transcribo algunas de sus reflexiones publicadas en prensa:
Defraudado por las tramas políticas que habían causado la lenta agonía de su padre D. Javier Gómez de la Serna, se exilió a Buenos Aires en 1936 porque no podía soportar la idea del enfrentamiento entre españoles. Su individualismo y apoliticismo le supuso la ingratitud de sus contactos editoriales y periodísticos en España y en Buenos Aires.
Tras su fallecimiento, el 12 de enero en Buenos Aires, fue trasladado a Madrid como él deseaba y enterrado en el Panteón de Hombres Ilustres de la Fundación Sacramental de San Justo. Gerardo Diego publicó en Arriba el martes 15 de enero de 1963:
Cuando el féretro de Ramón llegó a Madrid, Edgar Neville escribió en ABC el 24 de enero de 1963:
Coincido con Ramón: «¡Lo necesitada que está la vida de nuevas experiencias e intentos, de tocar nuevos cielos, de abrir nuevas cajas de sorpresas!»
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