La familia Isaacson Betsy Ghoste Rowan y una amuga |
Cuando leí el artículo El niño de los caballos (no recuerdo dónde), me recordó una preciosa película El hombre que susurraba a los caballos, lo inesperado
fue que la historia era real.
Convergían tres elementos fundamentales para mí: la enfermedad de un niño, la tenacidad de sus padres por curarle o mejorar su calidad de vida y la presencia del caballo, un animal bello y entrañable, como medio para conseguir su objetivo.
El niño al que me refiero se llama Rowan y es autista, sus padres Rupert (periodista y escritor) y Kristin Isaacson y la yegua Betsy.
Esta historia empezó en el año 2004, cuando a Rowan que tenía dos años y medio le diagnosticaron autismo. El impacto emocional de Rupert y Kristin fue tremendo, probaron todas las terapias que existían pero ninguna funcionó. Y gracias a Internet obtuvo la respuesta. En junio del año 2009 E. Bouisset realizó este reportaje en el que Rupert relataba toda la historia:
La preparación del viaje duró algo más de dos años. Rowan era demasiado joven para emprender tamaña aventura, Rupert tuvo que convencer a Kristin que no estaba muy animada con la idea y necesitaban encontrar financiación. La financiación la obtuvo con los adelantos de los derechos editoriales del libro The Horse Boy (El niño de los caballos) que escribiría Rupert acerca de su experiencia. Mientras tanto Rowan y Rupert siguieron montando, esta vez juntos, a lomos de Betsy:
Llegó el verano de 2007, Rowan, Rupert y Kristin junto con un equipo de filmación que rodaría un documental de la experiencia titulado “Over The Hills and Far Away” (Sobre las colinas y más allá) partieron hacia Mongolia.
Llevaban dieciséis caballos y una furgoneta. Los caballos habían sido seleccionados para que los nativos, conociendo la situación de Rowan, le aconsejaran un caballo u otro. Iban a ser largas jornadas de ocho o nueve horas montando, por tanto la comodidad y la confianza en la montura eran muy importantes. Esperanzados y recelosos también, comenzaron el viaje.
Hasta entonces, Rowan seguía siendo incontinente, tenía berrinches constantes y era incapaz de hacer amigos. Pero en la primera ceremonia, a la que acudieron nueve chamanes de toda Mongolia para sanarle, Rowan se volvió hacia un chaval mongol, abrió sus brazos y dijo: “hermano Mongol”, y le abrazó. “Nunca antes le habíamos visto hacer algo así”, relata Rupert.
Ese chaval era Tomoo, el hijo de Tulga, su guía. Decidieron que realizara con ellos el resto de la travesía. Y así, en Mongolia, Rowan hizo su primer amigo.
La parte final del viaje fue en Siberia: “Fuimos a Siberia porque en sus montañas vive la tribu de los Duka, la gente de los renos. Fuimos a visitar a estas gentes porque sus chamanes tienen la reputación de ser los más efectivos. Así que ascendimos hasta 3.000 metros de altitud, donde ellos pasan el verano. Estas tribus son nómadas, por lo que debes tener suerte para dar con ellos y, en caso de encontrarlos, el chamán tiene que aceptar tratarte, porque no siempre lo hacen…Así que había un montón de preocupaciones…"
El chamán de la gente de los renos era un hombre llamado Ghoste. Trabajó con Rowan durante tres días. Al término de estos tres días, anunció a los Isaacson que su hijo sería gradualmente menos autista hasta cumplir los nueve años y que a partir de ese momento, su incontinencia y sus pataletas cesarían:
Los Isaacson dirigen desde entonces un pequeño centro de terapias ecuestres (The Horse Boy Foundation, en Texas, EEUU) especializado en tratar a niños con autismo. Sus instalaciones, están pensadas para que los pequeños puedan moverse por todo el recinto sin peligro. Además, no se rigen por unas estructuras fijas. Como reza su lema “We don´t know what we´re doing, and we have no program” (No sabemos lo que hacemos y no tenemos ningún programa). Y es que su objetivo es adaptarse a las necesidades de cada niño, sin límites y aprender cada día:
Rupert ha conocido el lado elitista, arrogante y snob que envuelve el mundo del caballo y que ahora lo denomina el "lado oscuro". Este mundo también conlleva ternura, alegría y generosidad como está demostrando Rupert.
Actualmente Rowan va al cine, al colegio, le encantan los videojuegos y aprende cada vez más dada su curiosidad y capacidad de observación. Gracias a sus padres es un niño feliz.
Enhorabuena Rupert y Kristin por vuestra labor.
Convergían tres elementos fundamentales para mí: la enfermedad de un niño, la tenacidad de sus padres por curarle o mejorar su calidad de vida y la presencia del caballo, un animal bello y entrañable, como medio para conseguir su objetivo.
El niño al que me refiero se llama Rowan y es autista, sus padres Rupert (periodista y escritor) y Kristin Isaacson y la yegua Betsy.
Esta historia empezó en el año 2004, cuando a Rowan que tenía dos años y medio le diagnosticaron autismo. El impacto emocional de Rupert y Kristin fue tremendo, probaron todas las terapias que existían pero ninguna funcionó. Y gracias a Internet obtuvo la respuesta. En junio del año 2009 E. Bouisset realizó este reportaje en el que Rupert relataba toda la historia:
La preparación del viaje duró algo más de dos años. Rowan era demasiado joven para emprender tamaña aventura, Rupert tuvo que convencer a Kristin que no estaba muy animada con la idea y necesitaban encontrar financiación. La financiación la obtuvo con los adelantos de los derechos editoriales del libro The Horse Boy (El niño de los caballos) que escribiría Rupert acerca de su experiencia. Mientras tanto Rowan y Rupert siguieron montando, esta vez juntos, a lomos de Betsy:
Llegó el verano de 2007, Rowan, Rupert y Kristin junto con un equipo de filmación que rodaría un documental de la experiencia titulado “Over The Hills and Far Away” (Sobre las colinas y más allá) partieron hacia Mongolia.
Llevaban dieciséis caballos y una furgoneta. Los caballos habían sido seleccionados para que los nativos, conociendo la situación de Rowan, le aconsejaran un caballo u otro. Iban a ser largas jornadas de ocho o nueve horas montando, por tanto la comodidad y la confianza en la montura eran muy importantes. Esperanzados y recelosos también, comenzaron el viaje.
Hasta entonces, Rowan seguía siendo incontinente, tenía berrinches constantes y era incapaz de hacer amigos. Pero en la primera ceremonia, a la que acudieron nueve chamanes de toda Mongolia para sanarle, Rowan se volvió hacia un chaval mongol, abrió sus brazos y dijo: “hermano Mongol”, y le abrazó. “Nunca antes le habíamos visto hacer algo así”, relata Rupert.
Ese chaval era Tomoo, el hijo de Tulga, su guía. Decidieron que realizara con ellos el resto de la travesía. Y así, en Mongolia, Rowan hizo su primer amigo.
La parte final del viaje fue en Siberia: “Fuimos a Siberia porque en sus montañas vive la tribu de los Duka, la gente de los renos. Fuimos a visitar a estas gentes porque sus chamanes tienen la reputación de ser los más efectivos. Así que ascendimos hasta 3.000 metros de altitud, donde ellos pasan el verano. Estas tribus son nómadas, por lo que debes tener suerte para dar con ellos y, en caso de encontrarlos, el chamán tiene que aceptar tratarte, porque no siempre lo hacen…Así que había un montón de preocupaciones…"
El chamán de la gente de los renos era un hombre llamado Ghoste. Trabajó con Rowan durante tres días. Al término de estos tres días, anunció a los Isaacson que su hijo sería gradualmente menos autista hasta cumplir los nueve años y que a partir de ese momento, su incontinencia y sus pataletas cesarían:
Los Isaacson dirigen desde entonces un pequeño centro de terapias ecuestres (The Horse Boy Foundation, en Texas, EEUU) especializado en tratar a niños con autismo. Sus instalaciones, están pensadas para que los pequeños puedan moverse por todo el recinto sin peligro. Además, no se rigen por unas estructuras fijas. Como reza su lema “We don´t know what we´re doing, and we have no program” (No sabemos lo que hacemos y no tenemos ningún programa). Y es que su objetivo es adaptarse a las necesidades de cada niño, sin límites y aprender cada día:
Rupert ha conocido el lado elitista, arrogante y snob que envuelve el mundo del caballo y que ahora lo denomina el "lado oscuro". Este mundo también conlleva ternura, alegría y generosidad como está demostrando Rupert.
Actualmente Rowan va al cine, al colegio, le encantan los videojuegos y aprende cada vez más dada su curiosidad y capacidad de observación. Gracias a sus padres es un niño feliz.
Enhorabuena Rupert y Kristin por vuestra labor.
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