29/1/13

Audrey Hepburn: sencillez, elegancia y humanidad

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Este mes hace veinte años la entrañable Audrey Hepburn, mi actriz preferida, nos dejaba para entrar en el verdadero escenario de su última película Always (Para siempre) convertida en el ángel que ella representaba.

Cuando vi por primera vez sus películas, me fascinaron su sonrisa, su naturalidad, su sencillez, su manera de vestir, todo. Fue más tarde cuando supe que tras esa sonrisa, Audrey ocultaba una penosa y triste infancia carente de lo que ella más quería: “cariño”.

Audrey y su familia

A pesar de todo lo que había soportado, cuando hablaba de sus padres, lo hacía sin resentimiento. De su padre Joseph Hepburn-Ruston, que la abandonó a la edad de seis años reconocía: “Siempre me sentí muy insegura con respecto al cariño y muy agradecida por el amor recibido. Pero el abandono de mi padre en 1935 permaneció conmigo a lo largo de todas mis relaciones. Cuando me enamoré y me casé, siempre viví con el miedo de que me abandonaran”.

En cuanto a su madre la baronesa Ella Van Heemstra, muy severa con su educación y poco afectiva recuerda: “Mi madre no era una persona cariñosa. Era una madre fabulosa, pero había recibido una educación victoriana basada en una gran disciplina y una gran ética. Era muy estricta, muy exigente con sus hijos. Guardaba mucho amor en su interior, pero no siempre era capaz de exteriorizarlo”.

Aunque sus dos matrimonios, con Mel Ferrer y Andrea Dotti, fracasaron (como ella temía) Audrey consiguió su sueño: ser madre. En 1960 nacía Sean Ferrer y en 1970 Luca Dotti:

Nací con una enorme necesidad de afecto y con una tremenda urgencia de brindarlo. Cuando era pequeña solía avergonzar a mi madre intentando sacar a los recién nacidos de los cochecitos cuando iba por la calle. Soñaba con tener mis propios hijos. Todo en mi vida se reduce a una única cosa: no sólo recibir amor, sino la desesperada necesidad de darlo.

Tuve que elegir en un momento de mi vida, o dejar de hacer películas o dejar de ver a mis hijos. Fue una decisión muy fácil de tomar, porque los echaba mucho de menos. Cuando mi hijo mayor empezó a ir a la escuela, ya no pude llevarlo conmigo, y eso era duro para mí, así que dejé de aceptar películas. Me retiré para quedarme en casa con mis hijos. Fui muy feliz”.

Su lugar de retiro lo encontró en su casa de campo La Paisible en Tolochenaz (Suiza) donde podía llevar la vida serena y sencilla que ella quería.

Por fin en 1980 conoció a quien sería su compañero hasta el final, Robert Wolders: "Nos encontramos en un momento en el que cada uno había superado pruebas difíciles, pero sabíamos exactamente lo que queríamos: unión". Había finalmente conocido "a su gemelo espiritual, al hombre con el que quería envejecer".

Audrey y UNICEF

Empezó a colaborar con UNICEF en el año 1955 y fue nombrada embajadora de buena voluntad en 1987. Os dejo algunas de sus declaraciones:

Conozco UNICEF hace tantos años porque salí de la última guerra junto con cientos de miles de niños en Holanda, con una salud muy debilitada por años de desnutrición y UNICEF vino a liberarme como lo hacen ahora en cualquier otra emergencia con alimentos, ropa, medicamentos y mantas".

"Sé perfectamente lo que UNICEF puede significar para los niños porque yo estuve entre los que recibieron alimentos y ayuda médica de emergencia al final de la Segunda Guerra Mundial. Tengo una enorme gratitud hacia UNICEF y una confianza sin límites en lo que realiza”.

Como embajadora de UNICEF viajó a Etiopía y después de observar la terrible situación que intentaban mitigar los trabajadores de UNICEF, hizo un llamamiento a través de los medios de comunicación de Estados Unidos, Canadá y Europa durante un viaje de varias semanas en el que llegó a conceder hasta quince entrevistas por día. Con este viaje sentó un precedente de compromiso con la organización.

En los años siguientes, Audrey realizó una serie de visitas sobre el terreno: un proyecto de vacunación en Turquía, programas de formación de mujeres en Venezuela, proyectos para niños de la calle en Ecuador, proyectos de suministro de agua potable en Guatemala y Honduras, y proyectos de enseñanza del uso de la radio en El Salvador. Visitó también escuelas en Bangladesh, proyectos para niños desasistidos en Tailandia, proyectos de nutrición en Vietnam y campamentos de niños desplazados en Sudán.

Además colaboró incansablemente con UNICEF en otras actividades dando testimonio ante el Congreso de los Estados Unidos, formando parte de la Cumbre Mundial de la Infancia, participando en el lanzamiento de los informes anuales del Estado Mundial de la Infancia, diseñando tarjetas de recaudación de fondos, participando en giras musicales benéficas y dando innumerables conferencias y entrevistas para promocionar los trabajos de UNICEF.

En diciembre de 1992, recibió la principal condecoración civil de los Estados Unidos, que otorga su Presidente, la Medalla de la Libertad. Ese mismo año, enferma ya de cáncer, continuó sus trabajos para UNICEF viajando a Somalia, Kenya, Reino Unido, Suiza, Francia y Estados Unidos.

El estilo de Audrey

Nadie mejor que su hijo Sean puede definirlo: “Estilo es una palabra que se utiliza para definir muchas cosas. En el caso de mi madre era una extensión de su belleza interior, apoyada en una vida de disciplina, respeto por los demás y esperanza en la humanidad. Era de líneas puras y elegantes, porque creía en el poder de la simplicidad. Si entonces fue atemporal fue porque apostaba por la calidad y si hoy en día sigue siendo un icono de estilo es porque una vez que encontró su look le fue fiel el resto de su vida. No cayó en la moda, y se reinventaba a sí misma cada temporada. Adoraba la moda, pero la utilizaba como una herramienta para complementar su imagen”.

Falleció discretamente en su casa de Tolochenaz con Robert y sus dos hijos a su lado. El pastor protestante Maurice Eindinguer, que había celebrado su primer matrimonio y bautizado a su hijo mayor, dijo en su sermón: "Se ha dicho que Dios ha recibido en el cielo a un nuevo ángel. No sé si lo era en el sentido que se le da al término, pero estoy totalmente seguro de que sí que es verdad que era un ángel".

Como despedida, su hijo leyó el poema preferido de Audrey compuesto por Sam Levenson:

Consejos de belleza comprobados

Para unos labios atractivos, pronuncia palabras amables.
Para unos ojos preciosos, busca lo bueno en las personas.
Para tener una figura delgada, comparte tu comida con los hambrientos.
Para un cabello bonito, deja que un niño pase sus dedos por él una vez al día.
Para tener elegancia, anda sabiendo que nunca andarás sola.
Te dejamos una tradición con un futuro.
El tierno cuidado amoroso de los seres humanos jamás pasará de moda.
Las personas, aún más que las cosas, necesitan ser restauradas, renovadas, reanimadas, reivindicadas y redimidas y redimidas y redimidas.
Jamás rechaces a nadie.
Recuerda, si alguna vez necesitas una mano que te ayude, encontrarás una al final de tu brazo.
A medida que te hagas mayor, descubrirás que tienes dos manos: una para ayudarte a ti misma, la otra para ayudar a los demás.

Audrey, sigue sonriendo porque tu legado es atemporal.

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