19/1/14

Pierrette Gargallo de Anguera: una admirable señora

Pierrette Gargallo de Anguera  Pablo Gargallo   Museo Pablo Gargallo  
Cuando leí la noticia en donde se informaba que en el mes de septiembre del pasado año 2013, Pierrette Gargallo de Anguera, hija y heredera del escultor Pablo Gargallo, de acuerdo con sus hijos Paul, Jean y Cécile Anguera, donó al Ayuntamiento de Zaragoza diez piezas únicas de Pablo Gargallo para que pasasen a formar parte de las colecciones del Museo Pablo Gargallo, sentí curiosidad por esta generosa señora de la que desconocía todo.

En una entrevista realizada en el año 2005 por Antón Castro, que os recomiendo leer completa, Pierrette Gargallo nos relataba la biografía de su padre al rememorar su infancia y el ambiente que la rodeaba con una naturalidad y sensatez admirables:

A los cuatro años llegamos a París donde tenía el estudio antes, un estudio muy poco confortable, no había ni luz y tenía el agua en el patio".

“Cuando llovía, el techo era de zinc, era una cosa tremenda, como el retumbe de un tambor. Luego encontró en Vincennes un pequeño taller con el patio no muy bonito. Allí, a pesar de que tampoco era acogedor, tenía un pisito. Allí hizo mucha obra y es donde yo recuerdo  más a mi padre”.

No podíamos hacer ruido los niños. Si venían mis amigos, se callaban. Y cuando oíamos a mi padre cantar una jota, mi madre decía: ‘Ya está. Ya le ha salido la idea y la obra’. Ya podíamos jugar”.

Tenía una voz de aragonés y si no cantaba jota cantaba canciones francesas con un acento tremendo. Yo las he aprendido mal, como las cantaba él y luego me di cuenta de que las palabras que decía no eran las buenas”.

Mi padre tenía dos caras: una muy seria y la otra muy alegre. Y eso lo tengo yo también”.

Cuando estaba preocupado por una escultura o estaba leyendo o estaba serio. Mamá decía que no había que molestarlo. Yo miraba por la ventana, veía que estaba leyendo y exclamaba: ‘Pero si está leyendo, no está trabajando’. Para que le saliese algo se ve que lo pensaba mucho: la idea, la ejecución, los materiales. Y cuando ya estaba, reía”.

Era solitario en su trabajo, pero la casa estaba siempre llena de gente”.

“Alguna vez me recordaba que, en Maella, cuando era muy niño, desayunaba pan con aceite y ajo y madrugaba para lavar los caballos de su padre, que hacía el correo a Caspe o me contaba cómo esculpió ‘La chica de Caspe’”.

Mi padre hacía dos tipos de escultura, siempre juntas, alternaba una obra clásica con una de vanguardia, de descubrimiento. Alcanzó la fama por la parte innovadora, la interpretación, pero si no hubiera la base auténtica de la obra clásica no hubiera podido hacer nada. Por eso pienso que más fundamentales son las obras clásicas; su invento fue el metal, la chapa, el estudio de la sombra y de la luz, el hueco. No es posible hacer una obra de renovación y de vanguardia, salvo que te venga del cielo, sin haber tenido un fondo clásico, de oficio. Mi padre era muy humano: buscaba siempre la perfección. Y la perfección es el ser humano”.

En el año 1985 se inauguró en Zaragoza el Museo Pablo Gargallo que alberga más de 180 esculturas, dibujos, cartones, grabados, joyas y colecciones que se han incrementado gracias a sus sucesivas donaciones.

Gracias Pierrette por haber hecho posible que Zaragoza posea esta gran alhaja cultural.

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