Arakawa Toyozo I II III |
Tesoros Vivientes, LNT Living National Treasures «Tesoros Nacionales Vivientes», es un título que otorga Japón a ciertos artesanos para preservar sus técnicas y habilidades evitando que con el paso del tiempo desaparezcan.
Los tesoros vivientes incluyen maestros sobre el arte sobre papel, la fabricación de espadas, la alfarería, las artes interpretativas y los festivales populares.
Entre las personas distinguidas como Tesoro Nacional Viviente en 1955, se encuentra el maestro alfarero Arakawa Toyozo. Nació Tajimi en la antigua prefectura de Mino (actualmente Gifu) en el año 1894. Trabajó desde muy joven en el horno de Tozan Miyanaga en Kyoto y años más tarde con el maestro Rosanjin Kitaoji en Kamakura.
En el año 1930 descubrió por casualidad las ruinas de un antiguo horno y decidió reconstruirlo. Después de tres años trabajando, consiguió su propio horno en el que reinventó técnicas para la fabricación de esmaltes en sus vasijas.
Su trabajo era un ritual, observando la naturaleza y acompañado de su mujer e hijos, quienes le ayudaban cuando fue envejeciendo, en sus vasijas plasmaba sus emociones y sentimientos. Modelaba sus piezas minuciosamente hasta conseguir sus expectativas que no se veían cumplidas hasta que eran sacadas del horno e introducidas en el tonel de agua fría.
Falleció en Tokio en el año 1985. Un gran hombre que dedicó su vida a trabajar en algo que le apasionaba y que gracias a su legado sigue vivo.
Los tesoros vivientes incluyen maestros sobre el arte sobre papel, la fabricación de espadas, la alfarería, las artes interpretativas y los festivales populares.
Entre las personas distinguidas como Tesoro Nacional Viviente en 1955, se encuentra el maestro alfarero Arakawa Toyozo. Nació Tajimi en la antigua prefectura de Mino (actualmente Gifu) en el año 1894. Trabajó desde muy joven en el horno de Tozan Miyanaga en Kyoto y años más tarde con el maestro Rosanjin Kitaoji en Kamakura.
En el año 1930 descubrió por casualidad las ruinas de un antiguo horno y decidió reconstruirlo. Después de tres años trabajando, consiguió su propio horno en el que reinventó técnicas para la fabricación de esmaltes en sus vasijas.
Su trabajo era un ritual, observando la naturaleza y acompañado de su mujer e hijos, quienes le ayudaban cuando fue envejeciendo, en sus vasijas plasmaba sus emociones y sentimientos. Modelaba sus piezas minuciosamente hasta conseguir sus expectativas que no se veían cumplidas hasta que eran sacadas del horno e introducidas en el tonel de agua fría.
Falleció en Tokio en el año 1985. Un gran hombre que dedicó su vida a trabajar en algo que le apasionaba y que gracias a su legado sigue vivo.
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