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A Antonio López lo conozco desde hace mucho tiempo y siempre me ha sorprendido su naturalidad, su sencillez y su amabilidad. Su Exposición en el Museo Thyssen de Madrid (del 28 de junio al 25 de septiembre) me impulsó a hacer esta entrada.
Su mundo se limita a España, sobre todo Tomelloso y Madrid; salvo cuando tiene que acudir a exposiciones como las de Nueva York en la Staempfli Gallery en 1965 y 1968, y en la Marlborough Gallery en 1986; la de Turín en la Galleria Galatea en 1972 o en Paris en la Galerie Claude Bernard en 1986, entre otras.
Nació el 6 de enero de 1936 en Tomelloso (Ciudad Real) y desde pequeño le encantaba el dibujo. La influencia de su tío, el pintor Antonio López Torres le determinó a dedicarse a la pintura: “Soy pintor gracias a mi tío” ha declarado en varias ocasiones.
En 1949 se trasladó a Madrid para preparar su ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que permaneció desde 1950 hasta 1955, y donde años más tarde fue profesor encargado de la Cátedra de Preparatorio de Colorido.
En 1992 el director de cine Víctor Erice filmó El sol del membrillo en el que se recoge el proceso creativo de Antonio, su minuciosidad y su paciencia, mientras pinta un membrillero del patio de su casa en Madrid.
Está casado con la pintora María Moreno desde 1961 y tiene dos hijas: María (1962) y Carmen (1965).
Su pintor favorito es Velázquez del que opina:
Podemos conocer su concepción del arte a través de diversas entrevistas realizadas durante su vida:
Aunque se le considera el pintor español vivo más importante y con las cotizaciones más elevadas, a él no le abruman estas consideraciones: “Lo del dinero se puede comprobar pero la importancia o el valor artístico no es computable. Está muy bien que la gente te estime, que te quiera, que signifiques algo para ella, eso sí que tiene un inestimable valor. Hay un morbo provinciano y cateto en hablar de precios. Lo vivo como un vicio indigno e insano que hace que se pierda la emoción por el arte en sí mismo. Me da mucha pena ver gente que entra a una exposición y se interesa antes por el dinero que por lo que tiene delante”.
En 1985 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, en 2006 el Premio Velázquez de Artes Plásticas y en 2010 la Medalla de Oro de la ciudad de Madrid.
Este es Antonio López, un artista que con 75 años ama el silencio cada vez más, detesta la vulgaridad, no le gusta viajar, no le preocupa cómo pasará a la posteridad y tiene la misma ilusión por seguir pintando que cuando empezaba.
Su mundo se limita a España, sobre todo Tomelloso y Madrid; salvo cuando tiene que acudir a exposiciones como las de Nueva York en la Staempfli Gallery en 1965 y 1968, y en la Marlborough Gallery en 1986; la de Turín en la Galleria Galatea en 1972 o en Paris en la Galerie Claude Bernard en 1986, entre otras.
Nació el 6 de enero de 1936 en Tomelloso (Ciudad Real) y desde pequeño le encantaba el dibujo. La influencia de su tío, el pintor Antonio López Torres le determinó a dedicarse a la pintura: “Soy pintor gracias a mi tío” ha declarado en varias ocasiones.
En 1949 se trasladó a Madrid para preparar su ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la que permaneció desde 1950 hasta 1955, y donde años más tarde fue profesor encargado de la Cátedra de Preparatorio de Colorido.
En 1992 el director de cine Víctor Erice filmó El sol del membrillo en el que se recoge el proceso creativo de Antonio, su minuciosidad y su paciencia, mientras pinta un membrillero del patio de su casa en Madrid.
Está casado con la pintora María Moreno desde 1961 y tiene dos hijas: María (1962) y Carmen (1965).
Su pintor favorito es Velázquez del que opina:
Podemos conocer su concepción del arte a través de diversas entrevistas realizadas durante su vida:
Aunque se le considera el pintor español vivo más importante y con las cotizaciones más elevadas, a él no le abruman estas consideraciones: “Lo del dinero se puede comprobar pero la importancia o el valor artístico no es computable. Está muy bien que la gente te estime, que te quiera, que signifiques algo para ella, eso sí que tiene un inestimable valor. Hay un morbo provinciano y cateto en hablar de precios. Lo vivo como un vicio indigno e insano que hace que se pierda la emoción por el arte en sí mismo. Me da mucha pena ver gente que entra a una exposición y se interesa antes por el dinero que por lo que tiene delante”.
En 1985 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, en 2006 el Premio Velázquez de Artes Plásticas y en 2010 la Medalla de Oro de la ciudad de Madrid.
Este es Antonio López, un artista que con 75 años ama el silencio cada vez más, detesta la vulgaridad, no le gusta viajar, no le preocupa cómo pasará a la posteridad y tiene la misma ilusión por seguir pintando que cuando empezaba.
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