25/2/14

Antonio Machado: su auténtico carácter

Retrato de Antonio Machado por su hermano José    Soria
El pasado sábado se conmemoró el 75 aniversario de la muerte de Antonio Machado en el pueblo francés de Collioure, este evento me sirve como pretexto para rendir mi pequeño homenaje a nuestro gran autor. No os comentaré nada sobre su biografía ni su obra porque habéis tenido toda la información durante estos días. Sí quiero relatarnos aspectos de su vida que quizá no conozcáis si no habéis leído el libro Ultimas soledades del poeta Antonio Machado: Recuerdos de su hermano José que escribió en el año 1940. Disfruto con estos libros de personas allegadas que son las que realmente conocen al protagonista y me aportan información excepcional.

En su libro, José Machado destaca el amor de su hermano a la naturaleza, su generosidad, su firmeza de voluntad y sus aficiones:

El teatro: “Se pasaba horas haciendo gestos y contracciones con los músculos de la cara para conseguir diversas expresiones”.

La música clásica: “Su preferido era Mozart lamentaba profundamente no haber estudiado este arte desde niño cuando reflexionaba sobre la interrelación entre la música clásica y la poesía”.

La pintura: “Admiraba a El Greco, Velázquez y Goya. Le encantaba el cuadro El tránsito de La Virgen de Mantegna y de una pequeña figura del Rey Mago Negro, que vestida de blanco, aparecía en un cuadro de Bosch, decía que los pintores enseñaban a ver los colores del mundo en que vivimos”.

Estética: “Nunca usó bigote, patillas ni barba tan frecuentes en su época. No aceptó en modo alguno estas modas. Toda la vida se mostró cual era, con sus facciones libres de toda caracterización”.

Hábitos, carácter y fobias.

“Era un fumador incorregible. Cuando trabajaba fumaba uno tras otro. Sin embargo, cuando su mujer cayó enferma no vaciló en dejar de fumar”.

Aficionado al café, tomaba de ocho a diez tazas al día, más la que había que dejarle por la noche sobre su mesa de trabajo”.

“Toda su vida tuvo la costumbre de, en las altas horas de la noche, poner la cabeza debajo del chorro del agua que salía del caño de la fuente. Permanecía casi media hora con verdadero deleite. Tanto en verano como en invierno. Después continuaba su trabajo, interrumpido por este motivo, hasta el alba y, muchas veces, más tarde”.

Odiaba la rutina. Por eso fue en todo momento ávido de ver cosas nuevas. Si hubiera poseído fortuna se hubiera pasado la vida viajando”.

"A los recitadores de poemas no los podía aguantar y procuró ver si había medio posible de que se prohibieran las recitaciones de sus poemas aunque lastimaba perjudicarles económicamente y se resignaba. Cuando la radio anunciaba la lectura de alguna de sus composiciones apagaba inmediatamente el receptor. Decía que los versos estaban hechos para ser leídos, que se atropellaba a la poesía haciéndola víctima de recitaciones más o menos declamatorias. Además que era muy frecuente oír las poesías fuera de su órbita al quererlas forzar sacándolas fuera del ambiente espiritual de su autor. Cuando alguna persona allegada al recitador le iba a invitar a escuchar estos recitales, por no decirles todo lo malo que pensaba sobre éstos, les decía: “No puedo ir porque me emocionaría demasiado, y no ando muy bien de salud”.

“No fue nunca amigo de tertulias y menos de ateneos y sociedades”.

“Le dominaba un constante deseo de renovación espiritual. Este anhelo le llevó a hacer una vida completamente independiente y alejada lo más posible del trato corriente. Lo tremendamente aburrido para él era tener que soportar las visitas en general y algunas en particular.

Nunca dejaba de hacer lo que se proponía. Sacando una energía que asombraba. No fue jamás dominado por nada ni por nadie. Había en él tal objetividad sobre todos los asuntos que escuchándole, el más obcecado y pasional, acababa dándole la razón”.

“Era bondadoso y generoso; sin embargo, cuando alguien le molestaba procediendo incorrectamente o con mala intención su frase era: ‘Perdono, pero no olvido jamás’”.

“Desde que tuvo uso de razón se afianzó en el sentimiento de la libertad. Antonio es por esencia incasillable y solamente igual a sí mismo”.

Lorenzo Polaino Ortega que conoció a Antonio Machado, cuando estudiaba como alumno, en el Instituto de Baeza donde explicaba francés antes de ejercer como profesor de Preceptiva e Historia literaria, relata una simpática anécdota en su artículo Antonio Machado en las tierras del Santo Reino:

“En la clase de francés había un muchacho, gordete y mofletudo, a quien Don Antonio , que suspendía muy poco, tuvo que suspender. Cierto día encontró por la calle al padre del alumno, tratante de ganado y con las mismas características fisionómicas de su hijo. Éste le dijo al profesor: ”¡Qué, Don Antonio, que usted es muy listo: le basta con ver a un alumno para conocer si sabe o no la asignatura!”. Y Don Antonio le contestó: “¡Y a veces me basta con ver al padre!”.

Os transcribo algunos de sus sabios poemas incluidos en su libro Campos de Castilla.

IV

Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.

VI

De lo que llaman los hombres
virtud, justicia y bondad,
una mitad es envidia,
y la otra no es caridad.

VIII

En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder...
Y a preguntas sin respuesta,
¿quién te podrá responder?

L

—Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
—El vacío es más bien en la cabeza.

El poema LXVIII de su obra Nuevas Canciones incluido en Poesías Completas

Todo necio
confunde valor y precio.

Supongo que los homenajes no formaban parte de los intereses del silencioso y discreto Antonio Machado con el que comparto bastantes de sus aficiones y fobias, los verá resignado y sin tener que poner excusas gratuitas para no asistir.

Os invito a visitar su Casa Museo en Soria.

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